sábado, 20 de septiembre de 2008

Los malaventurados no lloran

Hace rato me pegó de nuevo. Esa sensación de que el mundo se te viene encima y te quedas sin aire... que lloras aunque no salen lágrimas, y te tragas ese nudito porque la gente a tu alrededor no puede saber que estás así. Al menos no aquí.
Todo iba bien. Iba a irme a casa y empezó a diluviar, y fue como si el cielo me contagiara su mal humor. Y la ironía es que ahora que sí quiero llegar a casa, no puedo... hace rato que dejaron de pasar los camiones. Tengo que esperar a que mi padre se digne querer regresar.
Y a las dos de la mañana sigo en la oficina. Mi celular murió y no tengo como conseguir que alguien me saque de aquí, me da miedo el rumbo y en mi mente ociosa la tristeza hizo un nido, invitó a la ansiedad, y junto con el miedo hicieron fiesta. Y tengo frío. Y sigo llorando. Y tengo hambre.
Todavía lo extraño y todavía me cuesta trabajo saber que no lo fui a ver antes de morir. Hace una semana se cumplieron dos meses y el tiempo parece agua. No me importa llorar todavía, sólo no quiero olvidarlo. Me da miedo olvidarlo y aunque lo sé imposible, el miedo no se va (seguro en la fiesta todavía hay chupe... por eso no se va el gorrón).
Espero que al rato, dormido, la "fiesta" se aplaque. Seguramente mañana estaré bien... es sólo mi mente de ociosa.

1 comentario:

Montse Guada dijo...

Mi queridísimo... eso seguirá doliendo un rato y las lágrimas son para los que nos quedamos.

Recuerda que todo es un proceso... y hay que vivirlo aunque duela.

Por otro lado... ¡La próxima vez que te quedes en la oficina! ¡Háblame por phon cuando te sientas así! No importa la hora, sabes que te voy a contestar... para eso estamos (utiliza los recursos de la ofice, para eso sirven, jejejeje)

Un abrazo muy fuerte y sabes que estoy contigo siempre que lo necesites.

Muchos besos, te quiero mucho.