miércoles, 18 de marzo de 2009

Bron-Yr-Aur

¿Saben?

Adoro el campo, ir el campamento, la forma en que se ve el firmamento sin la luz de la ciudad, la sensación en mis pulmones al respirar aire puro. Me gusta dormir en el suelo, cenar al calor de una fogata, despertar con el canto de aves, escuchar el correr de los ríos y sentir ese frío húmedo de la cercanía de un cuerpo natural de agua. Disfruto infinitamente las montañas cubiertas de niebla, el rocío que cuelga de las hojas en las mañanas, el calor del sol que apenas asoma, el cansancio de caminar cargando una mochila sin que el smog te sofoque.

Sin embargo no disfruté este último campamento como otros.

Odio el ruido de los borrachos en la madrugada, y el estrellar continuo de botellas contra paredes; los baños con vómito y la gente invadiendo tu espacio. Alucino el olor de la marihuana cerca de menores de edad (en realidad no me gusta el olor de la mota en sí). Me da asco comer de "topper" en el campo, y no soporto el vinagre. Me enfada que me interrumpan cuando estoy tomando un café y fumando un cigarro sólo para regañarme porque estoy a más de 30 m de los niños, y cargar como el Pípila porque "no hay para pagarle a los burros". Me hierve la sangre cargar de más porque alguien hizo mal las cuentas y que me reclamen no haber traído las donitas cuando al otro se le olvidó el toldo de la tienda.

Me caga la injusticia, me zurra la falta de respeto y me encabrona ser culpado por eso.

Pero así es el mundo. ¿Y qué le vamos a hacer?

1 comentario:

Montse Guada dijo...

¡Cambiarlo! ¡Luchar por algo mejor!
¡No dejar que los idiotas e imbéciles lo coquisten!
Aunque sean nuestros conocidos, amigos y demás.

Hacer, actuar... pelear bajo un grito de batalla.

Ya basta... en serio, ya basta de mamadas.

Un abrazo de fuego