Me sorprendo a mí mismo muchas veces de cuánto olvido los pequeños (o grandes) placeres de la vida. De cómo dejo atrás esas cosas que alguna vez me hicieron apreciar la vida y descubrir grandes cosas sobre el tipín que veo en el espejo.
El domingo fui a escalar. La neta ya no tengo tiempo de ir con freuencia, pero este fin me di la oportunidad. Los que alguna vez se han trepado a un pedazo de roca y sostenido con uñas y dientes de ella para llegar hasta arriba saben de qué hablo (bueno... obviamente, como sólo "yoyeo", también estoy asegurado a una cuerda dinámica hábilmente colocada con un byron en la reunión).
Me puse a recordar las veces que he realizado este deporte -si el Comité Olímpico me permite llamarlo así- y las muchas experiencias que he vivido cuando lo he practicado, y me di cuenta, de verdad, de lo mucho que lo disfruto. Soy una nata escalando, la neta, pero me divierto, y eso es lo importante.
Creo que intentaré desnatarme un poquito más. A escalar-se ha dicho.
1 comentario:
Pues... suerte mano.
Las alturas no son lo mío, pero si disfrutas algo, no lo dejes.
Son esas pequeñas cosas las que hacen más disfrutable la vida.
Un besote.
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