Las cosas simples de la vida.
El otro día iba caminando por la calle cuando vi acercarse a una señora (o señorita... en estos tiempos nunca se sabe), acompañada por sus dos chamacos: unos mocosos de, yo calculo, unos 3 y 4 años.
Iba caminando "minding my own business" (o en otras palabras, "en mi propio pedo") cuando la chamaca más pequeña se me paró enfrente y sin más ni más vociferó un "¿Cómo te llamas?", y no pude contener la risa. Una de esas risas blancas, salidas de lo más profundo de mi alma y mi corazón. Aquella niña había, con tres palabras simples, llegado a lo más profundo de mi ser, vencido al monstruo de la amargura y extraído al niño risueño que se encuentra dentro de mí. La niña me hizo el día.
1 comentario:
¡Guauu! Eso sí es algo que hace que uno no pierda la inocencia.
¡Qué chido! Me encantan ese tipo de detalles y los niños son los mejores sonsacadores.
Un besote de vaca y un abrazo chocolatoso.
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