He estado meditando mucho últimamente y me he dado cuenta de una cosa:
Tengo miedo... tengo miedo... tengo miedo...
Y lo peor de todo. Soy un idiota.
He estado formado tanto tiempo en esta fila de la montaña rusa preocupado por no llegar a la manita del monigote ese que dice que tienes que ser más alto que eso, que no me había dado cuenta de que ya lo había pasado y estaba a punto de subirme al carrito.
Ahora estoy en el carrito... ya no hay vuelta atrás. Y he permitido que esos sube-y-bajas de la atracción en el parque me afecten: he sentido la anticipación en las lentas subidas, el dolor de estómago en las bajadas y la profunda alegría de todo el merequetengue este. Pero me acabo de dar cuenta de algo que había olvidado: todo el tiempo hubo un volante (sí... una de esas cosas redondas que tiene uno al frente cuando se sube -de conductor- a un automóvil), y todo el tiempo pude decidir hacia dónde ir.
Hay cosas que no cambian: ya me despedí (sin despedirme) del buen Chololo y ergo, me quedaré sin carro hasta que yo decida adquirir uno con mi propio dinero; a partir del 9 de noviembre voy a tener más tiempo... mucho más tiempo; y los problemas de mis papás seguirán escalando.
Pero hay cosas que puedo cambiar: necesito un nuevo trabajo, y me urge salirme de mi casa (ojalá pudiera ser al revez, pero...). Tengo que retomar las riendas de mi vida, tomar el timón y decidir el destino. Ya estoy harto de mi propia desidia y falta de interés por mí mismo. Mi mala suerte no es mala suerte, sino falta de huevos, distracción y despreocupación.
Hoy no voy a cambiar... ya empecé a hacerlo. Me vestí para la oficina (aunque no tenga caso), pero antes de eso me rasuré, exfolié, lavé los dientes los 4 minutos completos que sugirió Luz -la dentista-, me corté las uñas, me peiné, sólo he fumado 1 cigarro, ordené mi escritorio, organicé mis papeles financieros, reestructuré mi computadora (más idiot-friendly); y poco a poco las cosas irán cambiando.
Ya verán... ya verán.
Tengo miedo... tengo miedo... tengo miedo...
Y lo peor de todo. Soy un idiota.
He estado formado tanto tiempo en esta fila de la montaña rusa preocupado por no llegar a la manita del monigote ese que dice que tienes que ser más alto que eso, que no me había dado cuenta de que ya lo había pasado y estaba a punto de subirme al carrito.
Ahora estoy en el carrito... ya no hay vuelta atrás. Y he permitido que esos sube-y-bajas de la atracción en el parque me afecten: he sentido la anticipación en las lentas subidas, el dolor de estómago en las bajadas y la profunda alegría de todo el merequetengue este. Pero me acabo de dar cuenta de algo que había olvidado: todo el tiempo hubo un volante (sí... una de esas cosas redondas que tiene uno al frente cuando se sube -de conductor- a un automóvil), y todo el tiempo pude decidir hacia dónde ir.
Hay cosas que no cambian: ya me despedí (sin despedirme) del buen Chololo y ergo, me quedaré sin carro hasta que yo decida adquirir uno con mi propio dinero; a partir del 9 de noviembre voy a tener más tiempo... mucho más tiempo; y los problemas de mis papás seguirán escalando.
Pero hay cosas que puedo cambiar: necesito un nuevo trabajo, y me urge salirme de mi casa (ojalá pudiera ser al revez, pero...). Tengo que retomar las riendas de mi vida, tomar el timón y decidir el destino. Ya estoy harto de mi propia desidia y falta de interés por mí mismo. Mi mala suerte no es mala suerte, sino falta de huevos, distracción y despreocupación.
Hoy no voy a cambiar... ya empecé a hacerlo. Me vestí para la oficina (aunque no tenga caso), pero antes de eso me rasuré, exfolié, lavé los dientes los 4 minutos completos que sugirió Luz -la dentista-, me corté las uñas, me peiné, sólo he fumado 1 cigarro, ordené mi escritorio, organicé mis papeles financieros, reestructuré mi computadora (más idiot-friendly); y poco a poco las cosas irán cambiando.
Ya verán... ya verán.
1 comentario:
Claro que las cosas cambian mi querido Poncho, es cosa de decidirse... revisa la página de la Ibero, hay una oportunidad que te está esperando, pero esas no se dan nada más, hay que buscarlas.
La vida es para vivirse mi cielo, la vida es para vivir, gozar, amar, padecer, sonreír, crecer, besar, abrazar... la vida sólo se vive.
Ya es hora de que también levantes el estandarte.
Has dado un gran primer paso... sigue adelante.
Te quiero mucho y lo sabes.
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