
¿Cuál es la verdad?
En serio, ¿alguien lo sabe?
Lo que ocurre en algunas reuniones sociales, donde se han reunido varias personas con más de una neurona -y que, además han permitido que una o más de ellas estén amodorradas por el alcohol-, es que empiezan a surgir los temas de conversación controversiales. En particular, si uno de los presentes es un seminarista a menos de dos años de recibir el sacramento del Órden Sacerdotal.
Y así es. El tema del que nunca se habla -porque nunca sabes quién se puede ofender- surge en la forma de preguntas, generalmente muy inquisitivas.
¿Por qué los sacerdotes no pueden casarse? ¿Si a los 40 años decidieras casarte, Dios se enojaría?

¿Qué es eso de Latino y Bizantino? ¿Qué ya no se usa Romano?
¿Cómo me explicarías qué o quién es Dios? ¿Cómo compruebas su existencia?
Y muchas otras.
Pero es maravilloso los lugares a los que estas conversaciones llegan cuando la gente es tolerante, inteligente y respetuosa -incluso bajo la influencia de estupefacientes.
Las respuestas y argumentos surgieron. Las teorías viajaron de bocas de unos a oidos de otros y encontraron lugar. Y a final de cuentas poco cambió, pero todos salimos un poco más sabios.
Los "positivistas" siguieron positivistas, pero escucharon las razones de los "socialistas", y éstos la de los "mochos", y a su vez de los "subversivos".
"Ley de la Atracción", "El Karma" y "La Divina Providencia" debatieron como genios en lugar de participar en un talk-show. Y el Creacionismo se fumó un cigarro con el Big Bang. Incluso los hoyos negros hicieron una visita social.
Al final de cuentas llegamos a la misma conclusión; el argumento que todos conocemos, pero que reanalizamos con la nueva información: nadie tiene la verdad absoulta, y hace falta un salto de fe. A fin de cuentas...
Quid est veritas
No hay comentarios:
Publicar un comentario