Hojeaba, en el metro, las páginas de Cien años de soledad, y al cerrar un capítulo levanté la vista y la ví. No había nada especial en ella, sólo que se veía joven -aunque vestida semi-formal, como para ir a trabajar- y también estaba leyendo: terminó un capítulo -creo- y regresó como cuarenta páginas y empezó a leer. Pensé en Rayuela, de Cortázar. Siguió inmersa en el libro y sonrió con los ojos. No sé cuánto tiempo me quedé viéndola sin morbo cual acosador morboso.
El vagón se detuvo, ella cerró el libro y lo guardó en una bolsa: un bolso de mano grande donde no sólo cabe belleza sino cultura. Comprobé que se trataba de Rayuela. Levantó la vista y me vió a los ojos y pude ver a través de ellos un bosque fantástico y real, un pueblo mágico y de vida dura, un sendero-laberinto, un cielo vacío y lleno de estrellas.
Me perdí y dejé caer el libro. El sobresalto me regresó de golpe a la realidad. Me agaché para tomar el libro, y al voltear de nuevo salió entre la gente que entraba al vagón. La pedí para siempre.
Me enamoré honesta, estúpida y perdidamente de un alma, a través del reflejo en unos ojos color miel.
El vagón se detuvo, ella cerró el libro y lo guardó en una bolsa: un bolso de mano grande donde no sólo cabe belleza sino cultura. Comprobé que se trataba de Rayuela. Levantó la vista y me vió a los ojos y pude ver a través de ellos un bosque fantástico y real, un pueblo mágico y de vida dura, un sendero-laberinto, un cielo vacío y lleno de estrellas.
Me perdí y dejé caer el libro. El sobresalto me regresó de golpe a la realidad. Me agaché para tomar el libro, y al voltear de nuevo salió entre la gente que entraba al vagón. La pedí para siempre.
Me enamoré honesta, estúpida y perdidamente de un alma, a través del reflejo en unos ojos color miel.
1 comentario:
Guauuuu!!! ¡¡¡Poeta!!! Esa historia está de diez... pues quien sabe, tal vez veas de nuevo a esos ojos color miel.
Un abrazo y es bueno verte contento.
Besos
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