El sábado fue uno de esos días en que te das cuenta que aún los momentos alegres están rodeados de situaciones que pueden generar estrés, ansiedad, preocupación o tristeza. Es algo que siempre he dicho: "si no hubiera momentos difíciles, no apreciaríamos los instantes de alegría".
Estaba con los scouts y los puse a jugar Bull-dog inglés (es un juego tipo las-traes en que los ñiños corren de un punto a otro y otro intenta atraparlos y si lo consigue, debe ayudarle a atrapar a los demás, hasta que ya no queden niños). Los niños estaban respondiendo bien y parecía no haber inconvenientes hasta que uno de los más pequeños tomó una piedra y la arrojó sin notar que en el trayecto estaba otra niña -precisamente una niña cuyos padres son bastante aprensivos.
La niña acabó con un moretón bastante inflamado en la mejilla derecha y, aunque llamé la atención al chamaco responsable y atendí -creo que adecuadamente- a la niña "accidentada" y ésta después le restó importancia al incidente, el padre lo tomó muy serio. Le doy la razón a su papá: no es agradable ver a tu prole con golpes en la cara, y menos aun una marca resultado de un accidente provocado -es decir, citando al señor "no es lo mismo una marca así porque chocó con una rama a la de una piedra"- e insisto, tiene razón. Sin embargo, otros padres también tienen razón: "los niños son niños, y a veces se lastiman estando uno con ellos. Incluso cuando uno está cuidando solamente a su hijo. Es más, hay ocasiones en que nosotros, sin querer, les pegamos por estar jugando con ellos y no medir la fuerza". El punto es que el padre anunció que lo más probable es que la niña no regrese y con ella, sus hermanos.
No me lo tomen a mal. No me estoy ahogando en un vaso de agua. Estoy seguro que este incidente tiene solución y las cosas van a salir bien, independientemente del resultado. Creo que aún en los momentos de emociones fuertes, los seres humanos seguimos con al menos una pista de racionalidad y se puede apelar a ella. El punto es que creo que es una situación sin culpables: el niño tiene que entender la extención de sus acciones -y a veces así es la única forma de aprender-, los padres hacen todo por defender a sus hijos, y yo no tengo ojos en la nuca y no tengo el don de la bilocación, así que no puedo prever ni prevenir todo posible accidente.
En fin, los que me conocen saben que mis ratos de uniforme "ñoño" son una de mis catarsis, y además uno de esos momentos en que siento que estoy haciendo algo por el mundo; mi "bosque de unicornios". Sin embargo, el fuego inmundo que quema el bosque está latente: esos momentos que amenazan los ratos de alegría. Pero todo tiene solución en esta vida menos la muerte y, además, es en ese momento en el que uno deja de aprender. Fue lo que sucedió el sábado -a pesar de que en ese momento me generó preocupación y angustia- lo que me hizo apreciar aún más lo que he hecho por los chavos al día de hoy. Y además estoy seguro que he aprendido y crecido más de lo que he podido enseñarles.
No puedo evitar recordar las palabras de un amigo: "todas tus historias tienen un final extraño o incómodo" y no puedo evitar reírme al recordarlo. Es cierto. Pero también es cierto que estos finales bizarros me han hecho entender aún mejor lo frágil de los instantes... y lo fuerte de las imágenes felices en la memoria, aun cuando la "amenaza" está latente.
Estaba con los scouts y los puse a jugar Bull-dog inglés (es un juego tipo las-traes en que los ñiños corren de un punto a otro y otro intenta atraparlos y si lo consigue, debe ayudarle a atrapar a los demás, hasta que ya no queden niños). Los niños estaban respondiendo bien y parecía no haber inconvenientes hasta que uno de los más pequeños tomó una piedra y la arrojó sin notar que en el trayecto estaba otra niña -precisamente una niña cuyos padres son bastante aprensivos.
La niña acabó con un moretón bastante inflamado en la mejilla derecha y, aunque llamé la atención al chamaco responsable y atendí -creo que adecuadamente- a la niña "accidentada" y ésta después le restó importancia al incidente, el padre lo tomó muy serio. Le doy la razón a su papá: no es agradable ver a tu prole con golpes en la cara, y menos aun una marca resultado de un accidente provocado -es decir, citando al señor "no es lo mismo una marca así porque chocó con una rama a la de una piedra"- e insisto, tiene razón. Sin embargo, otros padres también tienen razón: "los niños son niños, y a veces se lastiman estando uno con ellos. Incluso cuando uno está cuidando solamente a su hijo. Es más, hay ocasiones en que nosotros, sin querer, les pegamos por estar jugando con ellos y no medir la fuerza". El punto es que el padre anunció que lo más probable es que la niña no regrese y con ella, sus hermanos.
No me lo tomen a mal. No me estoy ahogando en un vaso de agua. Estoy seguro que este incidente tiene solución y las cosas van a salir bien, independientemente del resultado. Creo que aún en los momentos de emociones fuertes, los seres humanos seguimos con al menos una pista de racionalidad y se puede apelar a ella. El punto es que creo que es una situación sin culpables: el niño tiene que entender la extención de sus acciones -y a veces así es la única forma de aprender-, los padres hacen todo por defender a sus hijos, y yo no tengo ojos en la nuca y no tengo el don de la bilocación, así que no puedo prever ni prevenir todo posible accidente.
En fin, los que me conocen saben que mis ratos de uniforme "ñoño" son una de mis catarsis, y además uno de esos momentos en que siento que estoy haciendo algo por el mundo; mi "bosque de unicornios". Sin embargo, el fuego inmundo que quema el bosque está latente: esos momentos que amenazan los ratos de alegría. Pero todo tiene solución en esta vida menos la muerte y, además, es en ese momento en el que uno deja de aprender. Fue lo que sucedió el sábado -a pesar de que en ese momento me generó preocupación y angustia- lo que me hizo apreciar aún más lo que he hecho por los chavos al día de hoy. Y además estoy seguro que he aprendido y crecido más de lo que he podido enseñarles.
No puedo evitar recordar las palabras de un amigo: "todas tus historias tienen un final extraño o incómodo" y no puedo evitar reírme al recordarlo. Es cierto. Pero también es cierto que estos finales bizarros me han hecho entender aún mejor lo frágil de los instantes... y lo fuerte de las imágenes felices en la memoria, aun cuando la "amenaza" está latente.
2 comentarios:
Pues... que te puedo decir.
Chale y más chale.
Pero... no todo es raro, bueno sí... encontraste a una persona muy parecida a ti el día de mi cumple.
JAJAJAJAJA
Sip, tu vida es bizarra, pero así te quiero.
Besos
No lo sé Poncho, creo que tal vez se armó una tormenta en un vaso de agua. A pesar de que eres responsable de los niños, los accidentes pasan, y lo que importa es tu reacción en el momento y que no dejaste a la niña morirse ahí, además de que el responsable del daño fue otro niño jugando, que en sumomento no midió las consecuencias de lo que pasó. Yo digo que debes calmarte, y si el papá saca a la niña de los scouts, es u onda, no tuya.
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