jueves, 22 de mayo de 2008

The Call

Bien me acuerdo de esos días en que un armario era la puerta a un reino nuevo, una caja de cartón se podía transformar en barco pirata, nave espacial o submarino, una rama era una espada larga forjada por un lejendario enano, y un cuaderno era un valiosísimo tomo de magia por el que habría que derramar sangre.


No sé cuándo empecé a dejar de ver la bandera pirata, el monstruo que se escondía debajo de mi cama y a mis amigos los duendes y los faunos. No sé cuándo dejé de creer en el ratón de los dientes, el hada Campanita o Peter Pan. No sé cuándo ese niño se fue a dormir y se llevó su imaginación, su credulidad y su capacidad de asombro. No sé cuándo me endurecí y dejé de bailar con el viento; olvidé como eran Narnia y Nunca Jamás.


Es por eso que leer o ver las películas me encanta. Por unos momentos, me olvido quién soy y cómo me llamo; la corteza de mi tronco y mis ramas se cae, mis hojas vuelven a danzar al ritmo del viento. Vuelven a salir de sus escondites los faunos y las hadas, elfos y enanos, jedis y klingon, Thundercats y Tortugas Ninja (Adolescentes Mutantes); y comienzan de nuevo sus juegos, batallas, bailes y guerras.


Ayer ví The Chronicles of Narnia: Prince Caspian. Podría decir mil cosas: que me encantó el tono obscuro, y Reepicheep fue genial; que no me encantó el paso y que falló como adaptación. Pero todo eso no importa. Lo que importa es que ayer visité de nuevo Narnia y me vi bailando entre los sátiros, jugando con los centauros y volando con los grifos; ayer fui niño de nuevo por dos horas y media.

2 comentarios:

chinarajos dijo...

no se vale dejar de soñar... nada más no se vale y ya.

Montse Guada dijo...

Si ya olvidaste como bailar al son de la música de las hadas y los faunos... ven conmigo, yo no he olvidado como.
No se puede dejar de soñar Poncho, no. El riesgo es la muerte del alma y eso en vida es lo peor. Pero hay algo cierto si regresaste a Narnia ayer es porque todavía sabes como.

Un verdadero adulto es aquél que no ha perdido a su niño interno y puede (y sabe) como soñar.

Ven conmigo... vamos a bailar bajo el Olmo y a cantar las viejas canciones con los sátiros y las hadas.

Nunca dejes de soñar... eso es lo que te convierte en hombre.

Te dejo un beso y una lágrima.

Tu amiga Fénix.